El que compra otorga


Errores en la educación familiar
·        Mitos. A pesar de que cada vez somos más conscientes de las ventajas que nos reporta una alimentación equilibrada, aún persisten algunas creencias erróneas en torno a este tema. Entre ellas, aunque con una afortunada tendencia a disminuir, se cuenta la de que un niño rollizo (obeso) es más sano que uno delgado. De hecho, muchos niños y niñas son sobre alimentados sistemáticamente en la infancia bajo ésta creencia.
·        Desconocimiento. En numerosas ocasiones no se conoce muy bien cuales son las cantidades de alimentos que se han de presentar a los hijos según su edad, por lo que se les ofrece cantidades exageradas o que superan lo que su organismo es capaz de quemar o asimilar. Cuidado, no son pequeños adultos, su capacidad para digerir y nutrirse es distinta a la nuestra.
·        ¡No tengo tiempo! Adentrarse en el mundo de la cocina puede representar todo un desafío para quienes apenas tienen tiempo de hacer la compra, planificar menús o cocinar de manera regular. Pasta, salchichas, precocinados y los socorridos huevos fritos con papas acaban aburriendo, además de que su consumo habitual no es precisamente el paradigma de una dieta sana y equilibrada.
·        Compensaciones y premios. En ocasiones no dedicamos a los hijos el tiempo que quisiéramos e intentamos compensarles o premiarles con los alimentos que más les gustan, que por lo general, resultan tentadores pero poco saludables. Los niños no tienen capacidad para elegir lo que más les conviene. Guiarles en esa tarea es tu responsabilidad.
Dificultades que se presentan en los hijos e hijas
·        Rasgos individuales. Hay niños que comen "con los ojos" y que poseen una gran sensibilidad hacia los estímulos alimenticios, así como otros manifiestan una fuerte tendencia hacia determinados alimentos o sabores (dulces o salados). Es fundamental evaluar las conductas y hábitos alimenticios de nuestros hijos para conocer cuáles son adecuadas y cuáles no, y actuar así sobre el origen del problema.
·        Elementos emocionales afectivos. Puede suceder que nuestros hijos trasladen sus dificultades o problemas al terreno de los alimentos. Esto también sucede con los adultos.
Si estamos tristes, enfadados o nerviosos, no comemos o comemos en exceso. Con frecuencia aplacamos esas emociones con la comida. La pérdida de un ser querido, el nacimiento de un hermanito o hermanita, cambiar de casa o de colegio, son situaciones que generan ansiedad y temor, y según el carácter del niño o de la niña, pueden influir o marcar su comportamiento hacia la comida.
Cuando la obesidad tiene causas psicológicas o afectivas, habrá que tomar conciencia de ello y, en caso necesario, pedir asesoramiento o apoyarse en un profesional.

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